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viernes, 14 de septiembre de 2007

El Ateo, el Creyente


Ser ateo, ser creyente: una aventura

Con los aportes de Hans Küng, en su obra en la que se plantea si ¿Existe Dios? Madrid, Cristiandad, 1987, pp. 773-794 nos acercamos a lo que puede ser un sí bien razonable o un no también fundamentado en una respuesta a Dios. A partir de la pregunta formulada por este autor nos acercamos al tema del ateísmo como doctrina declarada, según la cual, solo el hombre y nada más vale la pena para creer. Que existen muchas maneras de ateísmo que han llevado al mundo al materialismo, al cientifismo, al tecnicismo, y consecuentemente a que el ser humano se sumerja en la mera inmanencia y al olvido de su trascendencia lo cual hace que se pierda muchas veces el sentido mismo de la vida. Encontramos otro tipo de ateísmo que consiste en la indiferencia, esto es, en el no compromiso serio con Dios, ni con ningún tipo de denominación religiosa. Es decir que existe una práctica religiosa pero mediada por la distancia y más como una cuestión cultural que de carácter existencial. Hallamos también en esa línea que el hombre religioso puede ser concretamente ateo en la práctica. Esto tiene que ver y sucede cuando la pertenencia a una religión es más convencional o simplemente nominal. Sucede muchas veces cuando la práctica religiosa no modifica de ninguna manera la conducta del sujeto humano que confiesa una u otra fe. De manera que el ateísmo tiene diferentes facetas y maneras de practicarse. Podríamos decir que un ser humano muy religioso confesionalmente puede ser muy ateo en su vida práctica. Y viceversa. Un hombre o una mujer muy ateo puede ser no ateo en la práctica. Esto se concluye por lo que ya hemos dicho y es el grado en que esa confesión lleve a dicho sujeto humano a un cambio de vida, que cristianamente llamaríamos conversión del corazón al amor de Dios.

Llegamos a los alemanes Hegel y Feuerbach. Este último quien en su obra “La esencia del cristianismo” nos interpela a partir del concepto de “enajenación” según la cual en nosotros anidan las categorías grandiosas y de suma bondad que le atribuimos a un ser supremo, Dios. Es decir que todo aquello de bueno, de padre, de misericordioso, de amor, entre otros apelativos con los que nos referimos a Dios, en sí son propios de nosotros los humanos, pero que nosotros se los achacamos a Dios y nos quedamos vacíos de lo que es congénito en los humanos. De esta manera el ser humano vive enajenado, relegado al ser supremo y con ese vacío camina y vive buscando a un dios en el cual fiarse. En conclusión, todo lo que se ha dicho y se dice de la esencia de Dios no es otra cosa que la esencia del hombre mismo. Es lo que es el hombre en sí. Lo que se dice de Dios es proyección del mismo ser humano en su totalidad, no de Dios. Afirma que esas religiones ya pasaron y que el quehacer teológico hay que convertirlo que una antropología, es decir, en una reflexión del hombre mismo sobre sí mismo. Ahora la religión verdadera es y debe ser una verdadera antropología, que coloque al hombre en el centro de su reflexión y elaboración.

Hegel por su parte con su dialéctica histórica tesis, antítesis y síntesis disuelve el concepto de Dios en el concepto de espíritu. Para el autor, en la historia y la historia misma es un constante movimiento del espíritu del hombre pero no de Dios. La historia de la humanidad es un movimiento de ese espíritu en forma de no-Dios. Todo lo anterior es parte de lo que ha llevado a Hans Küng a preguntarse acerca de si Dios existe. En definitiva, llegamos a constar que tanto el sí como el no a Dios son opciones posibles, razonables a las que el hombre puede o no libremente responder. El sí a Dios es una cuestión de confianza basada en la realidad misma. El no a Dios es una opción por la no confianza en la realidad.

De todas maneras, tanto el sí como el no a Dios son en el fondo una aventura que el hombre decide asumir con todas sus consecuencias. La confianza y la fe Dios es subyacente en el hombre, algo que el hombre experimenta en su historia y a partir de ello responde libremente y en fe. Para el cristiano se plantea el reto de el sí a Dios de manera radical, vital frente a un nihilismo que busca convertir en mentira cualquier valor que se funde en la existencia de un Dios por encima de la vida humana. Nuestro reto hoy: una opción vital, un sí radical a Dios que implica una opcion de vida difente, una transformación existencial del ser humano junto con unas acciones concretas al estilo de Jesús de Nazaret. En últmas la propuesta de Jesús de Nazaret fue de libertad y no atentó en ningún momento contra esta cualidad humana. Hoy dar un sí a Dios exige plena libertad y conciencia de que es aventura: El Reino de Dios.

Por César Yesit Urrego Parra, msa

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