Archivo del blog

lunes, 26 de noviembre de 2007

SINTESIS REFLEXION DEL MISTERIO DE DIOS EN FRAY LUCAS



PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
Facultad de Teología - MISTERIO DE DIOS
TRABAJO DE REFLEXION FINAL
Profesor: Gonzalo E. Jiménez Villar
Fray Lucas Gamboa Taborda
II – 2007

NUESTRO HERMANO, EL HIJO DE DIOS NUESTRA VIDA PERMANENTE EN DIOS
LA PRESENCIA DE LA PERSONA DEL ESPIRITU SANTO
NUESTRO PADRE DIOS

EXPLICACION DEL SIMBOLO DE LA SANTISIMA TRINIDAD

Algunas consideraciones del porque simbolice la Santísima Trinidad de esta manera:
En el símbolo se evidencia a simple vista la presencia de tres fechas del mismo tamaño, color, esto para simbolizar que las tres tiene la misma naturaleza, es decir que están constituidos de la misma sustancia, por asi decirlo. Además las tres fechas giran en el mismo sentido, con esto quiero simbolizar el carácter relacional que tiene Dios, es decir que El en su naturaleza más intima es relación.
Con las fechas girando, como formando un circulo, quiero representar que las relaciones entre las tres personas son absolutamente de comunión.
Muy a propósito cada en cada espacio escribí el nombre de Dios, para evidenciar su presencia permanente, constante y dinámica en cada una de las personas-
El hecho que las fechas den la apariencia de estar girando, nos dan la impresión, de la continua comunicación que se da entre los tres, uno necesita del otro, es decir, uno no se entiende sin el otro, para mayor claridad cuando habla uno, los otros dos están ahí, esto solo nos habla del dinamismo de comunicación que existe entre los tres.
Los atributos propios dados a cada persona, no ayudan a entender que, cada uno cumpla una misión especial, pero en los tres la presencia de Dios, nos ayuda a decir con San Agustín,“La Trinidad es el único Dios verdadero“
La presencia permanente de Dios en todo el recorrido de las fechas nos hace entender que Dios es lo más profundo en esa triple relación.
Finalmente las fechas, no las coloque totalmente unidas porque considero que en lo estamos que hay entre ellas, estamos todos y cada uno de nosotros, es decir que participamos del amor Trinitario.

A MANERA DE SINTESIS, MI REFLEXIÒN PERSONAL

“La Gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo éste con todos vosotros “
2 Corintios 13, 14

Esta síntesis - reflexión la escribí varias veces en mi mente, cuando en la vida diaria, caminaba, me reía, lloraba, jugaba, estudiaba, oraba y hasta pecaba, pues después de haber seguido por este semestre el curso de Misterio de Dios, a uno no le queda otra alternativa de hacerse mucho más consciente que la presencia del amor Trinitario de Dios, está en cada instante de mi vida, hoy comprendo mucho más que Dios comunidad, hace parte de mi historia y de la historia de todos, que El, sencillamente participa de la historia de hombre como esta se desarrolla, no le pone condiciones, simplemente, participa de ella.

El anterior es el punto de arranque del curso de Misterio de Dios. Primero debemos valorar la experiencia humana, que es participación de la experiencia Divina, pues gracias al infinito amor del Padre, todos sus hijos participamos de la especial manera del ser de Dios en la historia. El que es totalmente trascendente se nos revela de muchas maneras, en las diversas épocas, con una sola finalidad que lo conozcamos como en realidad El es Trino.

Dios mismo nos invita a conocerlo, el nos va capacitando poco a poco para que mediante nuestras capacidades podamos profundizar en la comunión de personas que existen en El, Dios nos da la gracia necesaria para que podamos tener experiencia de Dios, es decir para que podamos experimentar en cada momento el ser trascendente de Dios.

Cuando nos esforzamos por tener experiencia de Dios, nos salta un gran interrogante, ejemplarizado de maneras diferentes, ¿existe Dios ? ¿Quien es Dios?, es más nos surge un interrogante mayor profundidad podemos pensar en Dios, de inmediato podríamos responder siguiendo el pensamiento de Agustín, Descartes, Fouerbach, Anselmo y tantos otros que nos dicen cosas de Dios, hasta se atreven a definirlo, pero a causa de la experiencia un hombre sensato sólo puede responder desde la profundidad del corazón a esos interrogantes, que acompañados de los acontecimientos que suceden en la historia, nos ayuda a entender aún mejor que Dios comunión de personas es un ser abierto al mundo.
Un ser que para poder ser entendido, captado, necesariamente debemos pasar por la prueba de la fe, sin fe es imposible conocer a Dios, parece arriesgado decir esto, pero es así, si el hombre que desea acercarse a Dios, se apartara de la fe, no podrá, ni siquiera llegar a Definirlo, pues a Dios, auque podemos pensarlo racionalmente, debemos acercarnos a El mediante el camino de la fe, claro una fe dinámica, comprometida que me ayuda a entender que la experiencia de Dios, siempre está mediada por cosas cercanas.
Teniendo como antesala la importancia de incluir en mi síntesis – reflexión, el tema de experiencia y la fe, me permito profundizar un poco en el Misterio Divino, de la Santísima Trinidad. Empiezo.
El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Lo anterior sintetiza nuestras verdades de fe, primero porque nuestra fe debe necesariamente estar focalizada en las Santísima Trinidad, es Ella la que le da sentido a la vida de cualquier cristiano, sin fe en la comunión Santa, es imposible caminar seguro tras el encuentro del Padre, pues El en su grandeza al revelarse nos mostró que el camino para unirse a El, necesariamente esta mediado por la Encarnación del Hijo de Dios que revela que Dios es el Padre eterno, y que el Hijo es consubstancial al Padre, es decir, que es en él y con él el mismo y único Dios.
Con San Pablo podemos decir “la prueba de que somos hijos de Dios es que Dios envió a nuestros corazones la el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba, Padre” Galatas, 4, 6 , hasta aquí debemos entender que la premisa que nos dice que nuestra fe debe estar centrada en la Santísima Trinidad, es más que verdad, es la plenitud misma de fe de cualquier cristiano – creyente – practicante, debe gritar con la fuerza de Jesús y con el impulso del Espíritu Santo ¡ Abba ¡ .
Y es precisamente cuando ahí cuando identificamos la misión del Espíritu Santo, que enviado por el Padre en nombre del Hijo (cf. Jn 14,26) y por el Hijo "de junto al Padre" (Jn 15,26), revela que él es con ellos el mismo Dios único. "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria", es decir que el impulso con el que llamamos a Dios Padre, debe ser semejante al amor decidido, ilimitado, que tuvo Dios, al llamarnos hijos en el Hijo, ya que esa filiación esta mediada por el amor del Padre y del Hijo, es decir el amor que nos impulsa a nosotros, el Espíritu Santo.

Por ser la presencia amorosa, por ser el Señor y dador de vida, es fundamental que siempre tengamos muy presente lo que nos enseña San Agustín: "El Espíritu Santo procede del Padre en cuanto fuente primera y, por el don eterno de este al Hijo, del Padre y del Hijo en comunión" , que nosotros estamos llamados a hacernos participes por la gracia del bautismo, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo “somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna”, afirmaba Pablo VI, es decir que el mandato misionero que Jesús dio a sus discípulos ( Mateo 28, 19), nos hace ver más claro que nuestra participación en el amor Trinitario, es un proceso dinámico que interpela, penetra, transforma, convence y edifica, nuestra fe católica.
Es una manera clara que nos ayuda a reconocer que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad y por siempre alabados como un solo Dios.
Las personas divinas, inseparables en su ser, son también inseparables en su obrar. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo.

Es en Dios uno y Trino, en donde todos los cristianos encontramos los caminos de liberación, que nos aleja de toda maldad y nos impulsa de manera sorprendente a descubrir a Dios en la inmanencia de la vida, inmanencia que totalmente unida, se identifica con lo que nosotros hemos llamado economía de salvación, Dios quiere que todos los hombres se salven, por eso a través de la historia se ha manifestado de muchas maneras, para librarnos de la opresión que en todas la épocas vivimos sus hijos, anunciándonos su Reino de Justicia y Paz.

Es un Reino en donde Dios, ejerce su paternidad de tal modo que al engendrar al Hijo, nos hace participes del amor filial que ambos se tienen, reflejado de muchas maneras, entre otras por su ternura, por su esmerado cuidado, que nos impulsa a reconocer el rostro maternal de Dios, si el rostro del Padre que genera vida y liberación integral para todo oprimido.

La fe en la Santísima Trinidad que acabamos de exponer es la que ha a través de muchos años en la historia de la humanidad, muchos hombres han atacado y en ocasiones confundidos, la hayan querido presentar como débil, pero gracias a una buena cantidad de buenos hombres, han podido defenderla de ataques y principios sin sentido, que en varios momentos de la historia han producido enfrentamientos, divisiones y profundas dudas de fe, en todo este proceso ha estado presente la Iglesia como Institución, que siendo Madre y Maestra, no ha dudado en confrontar, las falsas ideas sobre la Trinidad Santa, pues Ella que tiene el encargo de custodiar la fe, ha convocado incluso Concilios para resolver hasta la duda mas simple que podría haber por una i.

Es la fe que en “Dios nos confirma junto con vosotros en Cristo, que nos consagró y nos selló y nos dejó como una señal al Espíritu en nuestros corazones“. 2 de Corintios 1, 21 – 22. AMEN.

MI DECALOGO PERSONAL DE FE

Creo infinitamente que Dios existe, que ha estado, que está y estará presente todos los días de mi vida, porque es el dueño de la vida.
Creo y acepto que Jesús es su único Hijo verdadero, que por medio de El, podemos conocer y llegar al Padre.
Creo, acepto y estoy comprendiendo que Jesús nació de una Mujer sencilla y humilde para enseñarnos que Dios se fija en los mas pobres.
Creo y acepto que Jesús, vivió entre los suyos, que experimentó la tentación, que sufrió, por sus parientes y que demostró su mucho amor aceptando las culpas de los demás, culpa que lo hizo ser asesinado en una cruz.
Creo, acepto y estoy convencido, que Jesús después de muerto volvió a vivir y después de un nuevo transito entre los suyos regreso a donde Dios.
Creo, espero y me preparo para una nueva venida del Señor de la Historia, donde a los vivos a los muertos nos juzgara en el amor.
Creo, acepto y experimento a diario la presencia de Dios, en la persona de Espíritu Santo, que me anima a vivir y a decir Padre-
Creo y amo profundamente a la Iglesia, porque me hace comprender que Dios, es un Ser cercano, que no está oculto, sino que camina con nuestra historia, se que es la Iglesia, la encargada de administrar la vida de Gracia que Dios nos da.
Creo y estoy seguro que Dios, nos perdona todos nuestras faltas de amor a El y a nuestros hermanos.
Creo y espero un día gozar de Dios por siempre. Amén.

viernes, 2 de noviembre de 2007

EDITORIAL


El MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD REVELADO EN JESUCRISTO, HOY PRESENTE EN LA FE CRISTIANA

En el recorrido teológico que hemos venido haciendo sobre el Misterio de Dios, nos hemos acercado ahora propiamente a lo que es el Misterio de la fe cristiana católica. Reconociendo con humildad las limitaciones de nuestro razonar y de nuestro lenguaje, intentaremos ahora adentrarnos en el Dogma de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, con el fin de: explicitar el Dogma como tal, sus fundamentos en la Sagrada Escritura, la simbología elaborada por los Padres de la Iglesia para hacer de la fe una vivencia razonable, la Trinidad como fundamento de nuestras relaciones humanas, de la comunidad cristiana (la Iglesia) y de la sociedad justa. Lo que esta reflexión pretende hacer es, no tanto volver a definir el Misterio Trinitario que de fundamento a la fe cristiana cuanto hacerlo asequible hoy por medio de categorías actuales, y seguidamente poner de manifiesto sus implicaciones en la vida cristiana. Colegimos hoy que en nuestro contexto histórico adolecemos no de poder explicar conceptualmente nuestra fe, cuanto de interiorizarla y llevarla a la práctica en nuestro diario vivir.

Cristo Jesús nos reveló al Padre, el Padre que es misterio de amor y unidad con el Hijo. Ese amor eterno es el Espíritu Santo, que a la vez nos es dado para llevarnos a hacia la verdad plena. Por el momento dejamos expuesto que el Misterio de Dios que se reveló en Cristo, que Cristo nos reveló es que los Divinos Tres son una comunidad de amor, que hace comunidad con la familia humana y que nos mueve a ser comunidad en la faz de la tierra, ser unidad donde vivamos, entrega de unos para los otros. Desde este pequeño esbozo ya podemos vislumbrar desde nuestra sensibilidad, que confesar la fe cristiana no es hacerse cada uno un dios a su propio estilo, sino creer con asentimiento en el Dios Uno y Trino, que siendo Tres Personas autónomas, distintas, permanecen unidas eternamente, no como individualidad racional como hoy solemos entender nuestras relaciones humanas, sino en una comunión donde los Tres divinos crean, redimen y santifican a la humanidad, existiendo coeternamente. Donde los Divinos Tres llevan a cabo la obra salvadora de hombres y mujeres en todo tiempo y lugar, en la historia humana.

Para tal efecto nos apoyamos en la maestra Obra (La Trinidad, la Sociedad y la Liberación) del teólogo brasileño Leonardo Boff, en sus primeros diez capítulos. Esto quiere decir que hablaremos de este misterio, desde nuestra propia experiencia vivencial cristiana, la cual fundamentaremos con los aportes del teólogo mencionado.

Por César Yesit Urrego Parra, msa y Fray Lucas Gamboa, seminarista.

http://www.3descalzos.blogspot.com/

http://misteriodediosylimitehumano.blogspot.com/

http://www.quemisteriodedios.blogspot.com/

http://misteriocmf.blogspot.com/

http://enigma2007.blogspot.com/

http://jaire2007.blogspot.com/

http://maristasfms.blogspot.com/

" Ves la Trinidad si ves la Caridad "


La formula expresada por San Agustín, " Ves la Trinidad si ves la Caridad", bien podría resolver la rigidez de las formulas trinitarias y sobretodo el gran número de imágenes y símbolos que han surgido, en la búsqueda por hacernos entender, el misterio de la Santísima Trinidad, pues en el amor encontramos, la mayor manifestación del ser en esencia de Dios Uno y Trino. Sin embargo vamos a intentar presentar algunas simbólicas que nos ayudan a ampliar el tema y conocer un poco mejor tan venerable Misterio.
Es importante tener claro que la imágenes no sustituyen a las palabras técnica y a los contenidos definidos por la Iglesia, las imágenes buscan concretar y materializar lo que representamos, además son de gran ayuda, pues nos permiten distinguir actitudes determinadas frente a la Trinidad.
Las simbólicas a lasque me voy a referir son: la económica, la de la piedad, la arquetípica, la antropológica, la familiar, la eclesial, la social, la material y la formal.
  • La simbólica económica es el camino que nos permite penetrar más a fondo en la realidad de lo que es en verdad Dios, siendo Jesús el camino seguro para conocer al Padre, por medio de la acción del Espíritu. La Trinidad se hace para nosotros vida, que irrumpe nuestro diario acontecer, permitiéndonos pedagógicamente concretar nuestro existir en torno a las Tres personas.
  • La simbólica de la piedad: La invocación Trinitaria siempre está presente en nuestra vida diaria, desde pequeños nos enseñan a invocar el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Todos los actos litúrgicos y nuestras oraciones, los hacen presentes, especialmente desde el de nuestro bautismo, en la celebración de los demás sacramentos y de manera diaria en el sacrificio eucarístico.
    La simbólica arquetípica: está simbólica nos da a conocer la totalidad, la presencia de las tres personas, atiende a las exigencias de la vida humana en busca de integración, de asociación y de totalidad. En donde se hace presente un cuarto elemento (la creación, la eucaristía, la Virgen), que nos da a conocer la riqueza interna que guardan entre los tres.
    La simbólica antropológica: Nuestra fe Trina, nos hace recordar nuestro origen como personas humanas, hechas a imagen y semejanza de la Divinidad, haciéndonos participes del misterio que guarda la misma Trinidad, somos imagen del creador, por tanto como personas participamos del misterio, en donde sobresale la especial unidad de cada persona en el Dios Trino, gran misterio pues cada uno de nosotros con la particularidad de tenemos somos parte de esa unidad.
    La simbólica familiar: En la Santísima Trinidad, encontramos el reflejo de toda familia, se destaca la presencia de cada persona, pero todas en conjunto forman una sola realidad, que es la familia Divina, la familia de Dios, cada persona con sus diferencias constituyen esa unidad.
    La simbólica eclesial: está simbólica la encontramos claramente expresada en palabras de Tertuliano: “Donde están el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, allí también se encuentra la Iglesia, que es el cuerpo de los Tres”, es decir para que todos participemos de la misma unidad, expresada por nosotros en la fe, el culto y la organización, para que todos nos esforcemos por forjar y formar una sola comunidad.
    La simbólica social: la historia de la humanidad siempre ha registrado en la constitución de la sociedad humana unos principios básicos que han permitido que se vaya entretejiendo una organización que garantice la vida humana, las relaciones comunitarias, la producción y el sustento de todos los hombres.
    La simbólica material: hace referencia a reflexiones en forma de triada tomadas de la misma naturaleza, del mundo físico, en imágenes como el sol, el rayo y la luna se ha querido representar la Trinidad, pero no alcanzan a representar al Dios verdadero.
    La simbólica formal: la necesidad de hablar simbólicamente de Dios, ha llevado a que se utilicen figuras formales convencionales como el triangulo para representar la igualdad que puede haber entre las tres personas de la Trinidad.

    Como conclusión bien podemos decir que todos los símbolos nos pueden acercar a una idea de lo que es la Trinidad, pero ninguna alcanza a expresar todo lo que contiene la experiencia de sentir y manifestar en la vida cotidiana, el amor del Padre, que se manifiesta en el Hijo, por medio del Espíritu Santo.

Redactó Lucas

El Dogma de la Santísima Trinidad en la Fe cristiana

EL MISTERIO TRINITARIO

El cristianismo en categoría de religión no es algo que nació de un momento para otro. Este misterio de fe tiene su raigambre en toda la tradición del pueblo de Israel, el cual supo interpretar en su historia las huellas de un Dios que se le revelaba, caminaba con ellos, los animaba, los unía y obraba en su favor grandes prodigios. Esta fe histórica dista totalmente de las creencias de cualquier pueblo de su época, creencias que en su mayoría son politeístas como en el caso de los griegos, para quienes existe un dios para cada situación de la vida. Por el contrario, Israel confiesa su fe en un único Dios, Yahvé. Yahvé fue quien formó este pueblo, lo acompañó, lo liberó de esclavitudes, lo condujo a la tierra prometida, le dio tierra, lo constituyó como nación particular, etc. En una palabra, lo salvó. En este proceso histórico Dios se reveló no de manera apoteósica, aunque la Biblia suele mostrarlo así. Pero los textos mismos dejan ver que se reveló al pueblo de manera mediada y de muchas formas (Hb 1,1-5) en la cual participaron Patriarcas, los Jueces, Reyes y Profetas. A través de ellos Dios Yahvé daba a conocer su voluntad al pueblo escogido, y esta tradición se fue transmitiendo de manera oral, hasta que se puso finalmente por escrito.

A pesar de ser una fe en un único Dios, en textos concretos se manifiesta la presencia del Espíritu de Yahvé, de Dios. Los testimonios escritos, o mejor dicho, en la Sagrada Escritura se encuentra que el este Espíritu estaba desde el principio, antes que el mundo fuera creado (Gn 1,1-2). De igual manera va apareciendo en los demás momentos históricos como luz de los guías, para conducir a Israel con sabiduría y esperanza de salvación. El evangelio de Juan en el prólogo (1,1-18) refiriéndose a Jesús como la Palabra de Dios hecha carne humana, nos señala que en el Principio el Logos (Jesús) ya existía, estaba con Dios y era Dios. Por él se hizo todo cuanto existe y sin él no se hizo nada.

De manera que Jesús de Nazaret nace, se cría, crece, muere y resucita en ese contexto semita. Y justamente se revela como el Mesías, el enviado directamente del Padre, el Dios de Israel, el Padre de la humanidad. En definitiva, sí en el Principio ya estaba la Presencia del Espíritu del Padre, guió a los mensajeros de Dios, ahora el Padre se revela medio de su Hijo (Hb 1,1-5) y ese Dios único resulta ser que son tres personas distintas eternamente unidas, eternamente relacionadas.

En este sentido lo comprendió y vivió la primera comunidad cristiana, los Padres inmediatos a las primeras generaciones cristianas. Era una vivencia del misterio, donde los miembros de la comunidad tenían un solo espíritu, vivían los unos para los otros; todo esto aplicando el estilo de vida que el Maestro les había enseñado.
Con el paso del tiempo la comunidad resultó ser atacada agentes externos e internos, lo cual le obligó a sistematizar su fe, valiéndose de las categorías del pensamiento de su tiempo.

De esta manera se definió procesualmente y en consenso eclesial el Dogma, es decir, lo que se comprometían a creer y vivir en la fe cristiana, según la revelación en las Sagradas Escrituras. Los Concilios fueron una continua defensa ante la continua acechanza de las herejías que surgían o para desvirtuar la fe o en el intento de explicarla. Así, la fe cristiana a lo largo de los primeros cuatro concilios ecuménicos definieron la fe en un único Dios, pero trino, esto es, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los tres divinos son personas distintas, autónomas, pero iguales, de la misma naturaleza, y eternamente unidas, inter-penetradas, en el amor. Veamos de manera sintética lo que se definió en algunos Concilios:

En Nicea (año 325) se busca refutar a los arrianos que no aceptaban la igualdad substancial del Padre y del Hijo. Se subraya la fe en la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Defiende la relación de consubstancialidad del Padre y el Hijo (homooúsion) de la misma e igual esencia substancia, lo que une a las personas divinas. El término hipóstasis que era sinónimo de ousía substancia hasta Nicea, con Orígenes y los capadocios pasa a ser sinónimo de prossopon para designar lo que distingue a Dios. Se habla del Espíritu Santo pero no se precisa mucho.

Otra corriente refutada posteriormente fue el Modalismo, postulado por Noeto y Praexas en el siglo II. Según ellos, Dios es uno solo, no son tres personas. Sucede que en la historia se ha mostrado, comunicado o revelado, unas veces como Padre, otras veces como Hijo y otras veces como Espíritu. Son formas de presentarse. El Concilio de Constantinopla expresa que son tres en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Expresa la unidad, consubstancialidad entre los tres. Del Espíritu Santo se dice que procede del Padre. No se dice si directamente o por medio del Hijo.

Fue desvirtuado también el Subordinacionismo promulgado por Arrio quien decía que Jesús es semejante al Padre pero no igual, no consustancial. Dios lo adoptó como hijo, por haber sido quien fue. Coloquialmente dijéramos que Jesús se portó bien y Dios lo adoptó como su Hijo.

Finalmente, el Triteísmo propuesto por Joaquín de Fiore, quien aceptaba la Trinidad Santísima, pero como tres personas independientes o mejor, tres dioses, de ninguna manera de la misma substancia. No hay ni relación ni comunión como constitutivo de la persona divina. La Trinidad es la suma de tres dioses.

Posteriormente el Concilio de Letrán armoniza la Trinidad inmanente y la Trinidad económica. Una naturaleza única y tres personas distintas, distinción a partir de su origen: el Padre no tiene origen, el Hijo procede del Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Pero las tres divinas personas han estado eternamente presentes, eternamente creando, redimiento y santificando la creación.

San Agustín gran Padre de la Iglesia en su sistematización teológica afirma que Dios es la Trinidad, la Trinidad es el único Dios verdadero; asumiendo la categoría relación, Agustín llega a formular la fe en el Dios único y verdadero con las tres personas. De manera que la substancia en Dios es aquello que hace que Dios sea Dios, y esto es pues, su unidad, la relación de los divinos tres. En esta línea se acuñó el término Quimcumque para expresar la veneración de la Trinidad como la unidad substancial de un solo Dios, sin confundir a las personas ni separara las substancias. Para alcanzar la salvación es necesario confesar la fe en la Trinidad como único Dios verdadero: una persona es el Padre, otra el Hijo y otra el Espíritu, pero los tres tienen una sola divinidad, una misma gloria y una coeterna majestad (Agustín).


Tomás de Aquino afirmó la esencia de la Trinidad que es su unidad, de donde se desprende su carácter divino y consubstancial de los divinos tres. Luego estudia las procesiones, la proveniencia una de la otra, llegando a analizar las relaciones de unas con las otras. De manera que las relaciones se dan por las procesiones. Las relaciones de las tres divinas personas son subsistentes y permanentes. De esta manera no forman más que un solo Dios. Veamos...

  • Procesiones (2): El Padre es ingénito, no engendrado.
  • El Padre engendra al Hijo. Procede del Padre.
  • El Espíritu Santo es espirado, procedente del Padre y del Hijo. Pero los tres divinos están unidos y presentes eternamente.
  • Relaciones (4): Al Padre le es propia la paternidad. Ser Padre.
  • Al Hijo le es propia la filiación, ser Hijo.
  • Al Espíritu le es propio ser espirado por el Padre y por el Hijo (Filioque).
  • El Espíritu eternamente presente, viene para los discípulos.

Encontramos otra parte de la sistematización que son las nociones y las misiones:

  • Nociones (5): Del Padre: Paternidad y la innascibilidad. Paternidad de Padre para con el Hijo.
  • Del Hijo: la filiación para con el Padre (imagen, verbo, expresión, sacramento).
  • Espiración activa es de Padre y del Hijo. La espiración pasiva para el Espíritu Santo (don, amor, nexo entre el Padre y el Hijo.
  • Misiones: El Padre envía al Hijo, el Padre y el Hijo envían, espiran al Espíritu Santo. Los tres crean, redimen, santifican eternamente.

Se definió también la Trinidad inmanente como la relación interna entre las personas divinas, el misterio eterno de procesión trinitaria. Donde el Padre envía al Hijo, del amor de los dos: Padre e Hijo procede el Espíritu Santo. Los tres creando, los tres redimiendo, los tres santificando. Y la Trinidad económica como la coeterna presencia de la Trinidad o de las tres divinas personas, Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en la historia de la salvación de la humanidad. Entendiendo esta historia como fases, proyecto, hasta llegar a la encarnación del Hijo en nuestra historia y siguiendo hasta nuestro momento.

La esencia (ousía), la substancia que comparten las tres divinas personas, que es su unidad y comunión eterna se definió con el término griego perijóresis, la unidad de las tres divinas personas. La interpenetración, entrelazamiento de las tres divinas personas eternamente. Es relación de personas una totalmente dentro de la otra, porque los divinos tres son consubstanciales. El Padre está todo en el Hijo y en el Espíritu Santo, el Hijo está todo en el Padre y en el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo está todo en el Padre y en el Hijo. El existir el uno en, por y para el otro por los siglos de los siglos (Jn 13-17).

La unicidad de Dios buscó dejar atrás la multiplicidad de dioses a la cual nos referimos arriba. Dios es único, Señor de cielo y tierra, principio y fin de todo. Dios es espíritu absoluto y perfectísimo, se piensa a sí mismo, se revela perfectamente. El Padre y el Hijo se aman perfectamente, y este amor es el Espíritu. La substancia, naturaleza de la Trinidad es su Espíritu de Amor perfectísimo, que es Unidad profunda. Se asume a Dios como el sumo bien, desde una perspectiva platónica. Así quedó definida la fe Trinitaria católica hasta hoy.

Por César Yesit Urrego Parra, msa

¿Qué implicaciones tiene nuestra fe en Santísima Trinidad, en el mundo de hoy?

La Trinidad, fundamento de nuestras relaciones humanas, de la comunidad cristiana (la Iglesia) y de la sociedad justa.

Cuando hablamos hoy del Misterio de la Santísima Trinidad vienen a nuestras mentes muchas ideas, diversas imágenes, y normalmente nos quedamos con la sensación de un ser extremadamente poderoso, que está allá en la alturas, que desde allá nos ve y pondera todos nuestros actos, para o bien castigar o bien recompensar. Ha sido o es una condición muy natural, de una fe inicial hacerse una imagen de un dios prepotente, castigador, cruel en la mayoría de las veces, a quien hay que domar o calmar con sacrificios u oblaciones constantemente. Tristemente la fe cristiana en el Dios Trinitario ha sido presentada y asumida de esta manera en muchos contextos eclesiales. Y colegimos en que esta concepción del Dios revelado por Cristo nos genera en los creyentes más que miedos, moralismos, terror, represión, que a la larga oscurecen la plenitud de vida que se debería vivir, a partir de la vida en el Hijo amado del Padre. Es una manera de vivir la fe que muy poco trasciende el los humanos ya que los limita a cumplir preceptos, con el fin de alcanzar en el más allá, la vida eterna. Normalmente es una fe de culto, individualista, de cumplimiento, donde importa no más que “mi relación personal con mi Dios”, sin interesar en la mayoría de los casos, una práctica en la vida, un testimonio, un ethos propio de quien se ha reconocido amado, redimido por pura gracia de Dios.

Con temor y temblor hoy los teólogos buscamos hacer una interpretación y aplicación más práctica de la fe cristiana. Por tanto, hoy ser creyente en Dios uno y Trino implica ante todo haber tenido una experiencia profunda, existencial con el Trascendente, cuyo resultado es un cambio, lo que comúnmente llamamos una conversión a Cristo. Esta conversión abarca tanto el intelecto como el corazón de cada ser humano. Es decir, que cuando el ser humano (hombre o mujer) manifiestan y asumen su conversión, no basta con expresarlo de labios para afuera, quizá exponerlo con los mejores argumentos filosóficos y teológicos; pues además de esto, hay algo que confirma tal acción de la divinidad, y es su conversión en la práctica, esto es, su cambio en la manera de actuar. Esto es algo característico de la vida de Jesús, su amor por el Padre y su proyecto le movían a actuar de una manera peculiar ante las necesidades apremiantes de los otros.

En el contexto actual de la historia humana, con los avances maravillosos de la ciencia, la técnica, el hombre ha pasado de un estado de niñez a uno de adultez, de edad mayor. El ser humano hace ciencia, técnica, se sirve de ella, mejora su calidad de vida, alcanza grandes triunfos, disfruta el producto de su trabajo, en fin, quiere satisfacer su deseo más profundo con lo que el mundo pone a su disposición. En este afán de tener, de poder, de valer, que da el hecho de poseer riqueza (valores que promueve el capitalismo neoliberal), el ser humano ha caído en el individualismo, se ve cada día encerrado en su pequeño mundo, con su dios hecho a su imagen y semejanza, buscando satisfacer sus apetitos, mientras afuera toda una mayoría de seres humanos carecen de la materia prima para subsistir. Tenemos un planeta demasiado arrasado, explotado egoístamente, donde la esperanza de vida a futuro ya se puede calcular. A nuestras generaciones venideras es muy poco lo que se les quiere dejar para su porvenir.

En este contexto, se emplea el poder como pretexto para dominar, para segregar y distorsionar las relaciones humanas. Los gobiernos actuales, a quienes elegimos “democráticamente” no se colocan a favor del interés común sino como servidores de las grandes multinacionales, mientras las mayorías se quedan excluidas, sin el pan. Los sistemas políticos multifacéticos terminan actuando en detrimento de las relaciones humanas, de manera que debido a ello, nuestros pueblos, ciudades, nuestras comunidades, nuestras familias cada día resultan más polarizadas, por intereses normalmente individualistas que deterioran los proyectos que van en busca del bien común. Como resultado tenemos una sociedad de ganadores y perdedores, de satisfechos e insatisfechos, de pobres y ricos, de feos y bonitos, de clases altas, medias y bajas, amigos y adversarios. Y en medio de todo, nos confesamos cristianos, católicos y apostólicos.

Ante tales fenómenos, la fe en la Trinidad Santísima hoy tiene que decir, y mucho que decir. Comenzando por la comunidad eclesial donde las relaciones entre los miembros carecen de solidez por diferentes motivos, es necesario retomar radicalmente el sentir genuino de la fe en los divinos tres. En una iglesia donde por las diferencias de las personas las relaciones humanas, la comunión es más diplomática y formalista que real, la Trinidad debe permear profundamente nuestros tuétanos, de manera que el Misterio creído sea susceptible de ser vivido en la práctica. La iglesia hoy está llama a beber de la fuente de Evangelio y a creerse la revelación, a dar testimonio de ella y a comunicarla a los hombres, no como verdades inamovibles, sino como verdad dinámica, que se hace y se construye en el día a día. Creer en el Misterio Trinitario significa hoy más que nunca apostarle a las relaciones humanas. El hecho de ser diferentes y pensar distinto no debe considerarse como una amenaza, más bien por el contrario como una complementariedad de unos con otros. Creer en la Trinidad es apostarle a la dignidad del otro, salir de mis limitaciones, ponernos al servicio de quienes nos rodean, respetar su personalidad a pesar de lo que nos hace distintos.

Creer en la Trinidad hoy exige apostarle al sentido común, a los proyectos incluyentes, para hacer de la comunidad humana el signo diáfano del reinado de Dios en nuestra tierra. Implica trabajar por la justicia y la solidaridad como hermanos e hijos de un mismo Padre. Amar a la Trinidad significa amar al hermano como a sí mismo, hacer mías y nuestras sus gozos y esperanzas, su lucha por vivir, su búsqueda de plenitud. Amar a la Trinidad hoy implica ponernos en sintonía con su proyecto para crear un nuevo ser humano, unas nuevas estructuras sociales, un cielo nuevo y una tierra nueva.

Creer en la Trinidad es asumir un compromiso con la vida: hacer presente el Reino a través de nuestra fe, de nuestros actos y nuestra manera de celebrar la vida, la fe y la resurrección. Esto implica recrear el sistema de relaciones humanas que manejamos tanto a nivel social, familiar como a nivel eclesial; una nueva manera de ver, de entender de hacer uso de los bienes de la naturaleza. Una nueva manera de relacionarnos con nuestro Dios, nuestros hermanos y hermanas y con nuestro entorno natural. De un sistema patriarcal, dominador a un modelo comunitario, de relaciones circulares, de decisiones colegiadas. De esta manera toda nuestra práctica litúrgica, el Sagrada Eucaristía se convierte en un verdadero festín de la vida eterna, la que nos proporciona nuestra libre adhesión a Cristo, cuando nos sentimos atraídos por su proyecto de amor inagotable.
Implica hacer nuestro el mandato del amor y la unidad que nos dejó el Señor Jesús y el Sermón del Monte: las Bienaventuranzas. De manera que abrirnos a la Trinidad es romper el miedo y darnos a los demás como Cristo el Señor lo realizó. Eso es dar gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Por César Yesit Urrego Parra, msa

jueves, 1 de noviembre de 2007

" En el nombre del Padre, del Hijo, del Espiritu Santo" Mt 28,19







Como creyente no tengo duda alguna que nuestra fe se haya centrada en la Trinidad Santa, Existe un solo Dios, y existen en Él tres Personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Hay una misma naturaleza divina, pero tres Personas divinas diferentes. En esa verdad de fe debemos centrar toda nuestra experiencia como creyentes, todo nuestro amor, pues bien desde èpocas muy antiguas ya nos lo recomendaba San Justino ( + 167 ) " Nosotros..., por todo lo que tomamos como alimento, bendecimos al creador universal mediante su Hijo Jesucristo y mediante el Espìritu Santo"...,
que forma tan sencilla pero tan profunda de reconocer la presencia de Nuestro Padre, que se hace totalmente de nosotros en el Hijo y en Espìritu Santo.

En estas cortas letras tratare de recoger los principales apartados bìblicos que nos ayudan a acrecentar nuestra fe en la Trinidad, serà una exposiciòn en dos momentos, primero algunos textos significativos del antiguo testamento y en segundo momento algunos del nuevo testamento, estos dos momentos precedidos por el texto del pròlogo del evangelio segùn San Juan.

Deseo inciar haciendo un breve comentario al majestuoso pròlogo que el Evangelista en el cuarto evangelio no trae. Es una obra que de principio a fin nos lleva a robustecer la fe en Jesús, dirijida a una comunidad que está familiarizada con el Antiguo Testamento y el judaísmo, pero esta separada de él, no por cuestiones de la observancia de la ley, sino por la fe en Jesús. Es una comunidad preparada ya para caminar en la historia entre dificultades y persecuciones esperando la definitiva venida del Señor. Escrito a manera de discurso, más como una profesión de fe, que una mera narración histórica. Leamòslo con atenciòn:
"Al principio existìa la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella existía al principio junto a Dios. Todo existió por medio de ella, y sin ella nada existió de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres; la luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, llamado Juan, vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de El. El no era la luz, sino testigo de la luz. La Luz verdadera que ilumina a todo hombre estaba viviendo al mundo. En el mundo estaba, el mundo existió por ella, y el mundo no la reconoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron, a los que creen en ella, los hizo capaces de ser hijos de Dios: ellos no han nacido de la sangre ni del deseo de la carne, ni del deseo del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único lleno de gracia y verdad.
Juan grita dando testimonio de El: Este es aquél del que yo decía: El que viene detrás de mi, es mas importante que yo, por existía antes que yo.
De su plenitud hemos recibido todos: gracia tras gracia.Porque la ley se promulgó por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad se realizaron por Jesús el Mesías. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre. El nos lo dio a conocer."

El Evangelista se propone mostrar el misterio de Jesús, como camino que conduce al Padre, Juan se remonta a la preexistencia en el seno de la Trinidad. Desde allí desciende y entra en la historia humana con la misión principal de dejar ver al Padre. El evangelio, tiene un movimiento descendiente, Jesús que quiere revelarse, constituyendo la primera parte de la obra, más conocida como el libro de los signos, ( 1, 19 – 12, 50 ), pues ahí encontramos de manera especial el ministerio de Jesús, y un movimiento ascendente el retorno de Jesús al Padre, constituyendo la segunda parte, conocida como el libro de la Pasión, ( 13,1 – 20, 29), esta parte centra su atención en la predicación de Jesús a los discípulos. Todo el evangelio se une en el tema de la “hora”, marcando el ritmo, el glorioso momento del retorno al Padre, en su hora suprema se manifestará con toda su grandeza, todo su discurso se verá confrontado cuando llegue la hora de su muerte, ese será el momento de la adhesión de fe de muchos, y para otros tantos un momento para titubear y no creer en Jesús el Cristo.

Es todo un camino de fe, que nos presenta el Evangelista que conducido por el eterno amor que le tuvo a su Señor, nos inspira hoy a nosotros para decir con El, Gloria al Padre, al Hijo y al Espiritu Santo.

Iniciemos con el Antiguo Testamento, si bien la formula Trinitaria como invocamos hoy a la Santìsima Trinidad, no es explìcita en los textos bìblicos, muchos de los estudios señalan y hoy lo sabemos nosotros, ademàs lo profesamos, que en la presencia gloriosa de Dios, en el antiguo testamento, està compactada lo que es en esencia la Trinidad Santa. El libro del Deuteronomio nos recuerda: “Porque Yahveh vuestro Dios es el Dios de los dioces y el Señor de los señores, el Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas ni admite soborno” Det 10,17, es un pasaje que con gran ahìnco nos dice cual grande es nuestro Dios, hoy podemos decir que en esa grandeza, esta la presencia Trinitaria que ha acompañado la historia de la salvaciòn desde siempre y por siempre.
“Dad gracias al Dios de los dioses, porque es eterno su amor; dad gracias al Señor de los señores, porque es eterno su amor.” Salmo 136,2-3. Este verso del salmo, es una manifestaciòn de esa grandeza, que de una manera u otra nos està anunciando su presencia real en medio de nosotros, muchas veces decimos hoy nosotros con el salmista " su amor es eterno" porque hoy lo anunciado lo hemos conocido en Cristo y lo seguimos experiemtando en la continua presencia del Espìritu Santo.
El pasaje anterior nos deja ver màs claro a Dios, como el verdadero Señor, ahora si acompañamos este pasaje, del episodio que reconoce a Dios como El creador, podemos ampliar nuestra comprensiòn Trinitaria para observar como el amor de los Tres ha se ha hecho presente: “Así dice Yahveh, tu redentor, el que te formó desde el seno. Yo, Yahveh, lo he hecho todo, yo, solo, extendí los cielos, yo asenté la tierra, sin ayuda alguna.” Isaías 44,24.

Tambièn debemos señalar la experiencia de revelaciòn y de reconocimento del Dios verdadero por parte del pueblo: “Contestó Moisés a Dios: «Si voy a los israelitas y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?» Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy.» Y añadió: «Así dirás a los israelitas: "Yo soy" me ha enviado a vosotros.»” Éxodo 3,13-14, es todo un reconocimento de alabanza y plenitud en un ùnico Dios.

El anuncio de la presencia del Emmanuel; “Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.” Isaías 7,14, es una maniestaciòn mucho màs clarividente de lo que es la expresiòn amorosa de la Trinidad hoy, complementa el Profeta: “Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre «Maravilla de Consejero», «Dios Fuerte», «Siempre Padre», «Príncipe de Paz»” Isaías 9,5.

Como vemos la fuerza veterotestamentaria, està principalmente en la afirmaciòn en el ùnico Dios verdadero. Finalmente y siguiendo a Boff " si el ùnico Dios verdadero es la Trinidad de personas, entonces toda la revelaciòn històrica de Dios implica una revelaciòn de la Trinidad. Puede ser que esta revelaciòn no sea adecuadamente captada por las personas como revelaciòn trinitaria, pero no por eso deja de ser autèntica revelaciòn trinitaria", hasta aquì el Antiguo Testamento, ahora una palabra sobre el Nuevo Testamento.

"En el Nuevo Testamento no existe todavìa una doctrina trinitaria.Pero lentamente se va formando la conciencia clara de que Jesucristo, el Padre y el Espìritu son igualmente Dios", dice Leonardo Boff, teniendo como base este presupuesto revisemos dos formulas ternarias presentes:
  • Mateo 28, 19 " Id pues, haced discìpulos mìos a todos los pueblos, bautizàndolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espìritu Santo". El mandato misionero y sacramental, presente de manera particular en Mateo, nos recuerda como esa primera comunidad cristiana, habia asumido de forma impresionante la voz de Jesùs Resucitado, El con su vida le habìa dado a conocer al Padre, ahora les corresponde a Ellos, guiados por el Espìritu Santo, darlo a conocer a todos los pueblos, haciendo que todos reconozcan la presencia del Ùnico Dios verdadero que amorosamente se nos da en las tres personas, para que todos lo reciban en el bautismo, lo experimenten en la vida y lo den a conocer con las obras.
  • La otra formula a la que me quiero referir es 2 Corintios 13, 14 " la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comuniòn del Espìritu Santo estè con todos vosotros". Esta formula considero es de vital importancia en la vida, no sòlo litùrgica, sino en toda la vida de la Iglesia, pues manifiesta a una sola voz toda la caridad, todo el amor incondicional que Dios Uno y Trino, nos tiene a cada uno de sus Hijos, es muy valiosa porque es un amor incluyente, a todos nos hace participes, a todos nos hace parte del infinito amor que se tienen los Tres.

Ahora bien nos corresponde a nosotros asumir todo estos bellos escritos bìblicos, que seguramente nos ayudan a profundizar mucho en nuestro deseo de poder experimentar y transmitir la grandeza del amor del Padre del Hijo y del Espìritu Santo.

  • Redàcto Lucas.

viernes, 14 de septiembre de 2007

El Ateo, el Creyente


Ser ateo, ser creyente: una aventura

Con los aportes de Hans Küng, en su obra en la que se plantea si ¿Existe Dios? Madrid, Cristiandad, 1987, pp. 773-794 nos acercamos a lo que puede ser un sí bien razonable o un no también fundamentado en una respuesta a Dios. A partir de la pregunta formulada por este autor nos acercamos al tema del ateísmo como doctrina declarada, según la cual, solo el hombre y nada más vale la pena para creer. Que existen muchas maneras de ateísmo que han llevado al mundo al materialismo, al cientifismo, al tecnicismo, y consecuentemente a que el ser humano se sumerja en la mera inmanencia y al olvido de su trascendencia lo cual hace que se pierda muchas veces el sentido mismo de la vida. Encontramos otro tipo de ateísmo que consiste en la indiferencia, esto es, en el no compromiso serio con Dios, ni con ningún tipo de denominación religiosa. Es decir que existe una práctica religiosa pero mediada por la distancia y más como una cuestión cultural que de carácter existencial. Hallamos también en esa línea que el hombre religioso puede ser concretamente ateo en la práctica. Esto tiene que ver y sucede cuando la pertenencia a una religión es más convencional o simplemente nominal. Sucede muchas veces cuando la práctica religiosa no modifica de ninguna manera la conducta del sujeto humano que confiesa una u otra fe. De manera que el ateísmo tiene diferentes facetas y maneras de practicarse. Podríamos decir que un ser humano muy religioso confesionalmente puede ser muy ateo en su vida práctica. Y viceversa. Un hombre o una mujer muy ateo puede ser no ateo en la práctica. Esto se concluye por lo que ya hemos dicho y es el grado en que esa confesión lleve a dicho sujeto humano a un cambio de vida, que cristianamente llamaríamos conversión del corazón al amor de Dios.

Llegamos a los alemanes Hegel y Feuerbach. Este último quien en su obra “La esencia del cristianismo” nos interpela a partir del concepto de “enajenación” según la cual en nosotros anidan las categorías grandiosas y de suma bondad que le atribuimos a un ser supremo, Dios. Es decir que todo aquello de bueno, de padre, de misericordioso, de amor, entre otros apelativos con los que nos referimos a Dios, en sí son propios de nosotros los humanos, pero que nosotros se los achacamos a Dios y nos quedamos vacíos de lo que es congénito en los humanos. De esta manera el ser humano vive enajenado, relegado al ser supremo y con ese vacío camina y vive buscando a un dios en el cual fiarse. En conclusión, todo lo que se ha dicho y se dice de la esencia de Dios no es otra cosa que la esencia del hombre mismo. Es lo que es el hombre en sí. Lo que se dice de Dios es proyección del mismo ser humano en su totalidad, no de Dios. Afirma que esas religiones ya pasaron y que el quehacer teológico hay que convertirlo que una antropología, es decir, en una reflexión del hombre mismo sobre sí mismo. Ahora la religión verdadera es y debe ser una verdadera antropología, que coloque al hombre en el centro de su reflexión y elaboración.

Hegel por su parte con su dialéctica histórica tesis, antítesis y síntesis disuelve el concepto de Dios en el concepto de espíritu. Para el autor, en la historia y la historia misma es un constante movimiento del espíritu del hombre pero no de Dios. La historia de la humanidad es un movimiento de ese espíritu en forma de no-Dios. Todo lo anterior es parte de lo que ha llevado a Hans Küng a preguntarse acerca de si Dios existe. En definitiva, llegamos a constar que tanto el sí como el no a Dios son opciones posibles, razonables a las que el hombre puede o no libremente responder. El sí a Dios es una cuestión de confianza basada en la realidad misma. El no a Dios es una opción por la no confianza en la realidad.

De todas maneras, tanto el sí como el no a Dios son en el fondo una aventura que el hombre decide asumir con todas sus consecuencias. La confianza y la fe Dios es subyacente en el hombre, algo que el hombre experimenta en su historia y a partir de ello responde libremente y en fe. Para el cristiano se plantea el reto de el sí a Dios de manera radical, vital frente a un nihilismo que busca convertir en mentira cualquier valor que se funde en la existencia de un Dios por encima de la vida humana. Nuestro reto hoy: una opción vital, un sí radical a Dios que implica una opcion de vida difente, una transformación existencial del ser humano junto con unas acciones concretas al estilo de Jesús de Nazaret. En últmas la propuesta de Jesús de Nazaret fue de libertad y no atentó en ningún momento contra esta cualidad humana. Hoy dar un sí a Dios exige plena libertad y conciencia de que es aventura: El Reino de Dios.

Por César Yesit Urrego Parra, msa

Dios al encuentro de su criatura

Dios al encuentro de su criatura
El Hijo es quien nos ha revelado al Padre