
El cristianismo en categoría de religión no es algo que nació de un momento para otro. Este misterio de fe tiene su raigambre en toda la tradición del pueblo de Israel, el cual supo interpretar en su historia las huellas de un Dios que se le revelaba, caminaba con ellos, los animaba, los unía y obraba en su favor grandes prodigios. Esta fe histórica dista totalmente de las creencias de cualquier pueblo de su época, creencias que en su mayoría son politeístas como en el caso de los griegos, para quienes existe un dios para cada situación de la vida. Por el contrario, Israel confiesa su fe en un único Dios, Yahvé. Yahvé fue quien formó este pueblo, lo acompañó, lo liberó de esclavitudes, lo condujo a la tierra prometida, le dio tierra, lo constituyó como nación particular, etc. En una palabra, lo salvó. En este proceso histórico Dios se reveló no de manera apoteósica, aunque la Biblia suele mostrarlo así. Pero los textos mismos dejan ver que se reveló al pueblo de manera mediada y de muchas formas (Hb 1,1-5) en la cual participaron Patriarcas, los Jueces, Reyes y Profetas. A través de ellos Dios Yahvé daba a conocer su voluntad al pueblo escogido, y esta tradición se fue transmitiendo de manera oral, hasta que se puso finalmente por escrito.
A pesar de ser una fe en un único Dios, en textos concretos se manifiesta la presencia del Espíritu de Yahvé, de Dios. Los testimonios escritos, o mejor dicho, en la Sagrada Escritura se encuentra que el este Espíritu estaba desde el principio, antes que el mundo fuera creado (Gn 1,1-2). De igual manera va apareciendo en los demás momentos históricos como luz de los guías, para conducir a Israel con sabiduría y esperanza de salvación. El evangelio de Juan en el prólogo (1,1-18) refiriéndose a Jesús como la Palabra de Dios hecha carne humana, nos señala que en el Principio el Logos (Jesús) ya existía, estaba con Dios y era Dios. Por él se hizo todo cuanto existe y sin él no se hizo nada.
De manera que Jesús de Nazaret nace, se cría, crece, muere y resucita en ese contexto semita. Y justamente se revela como el Mesías, el enviado directamente del Padre, el Dios de Israel, el Padre de la humanidad. En definitiva, sí en el Principio ya estaba la Presencia del Espíritu del Padre, guió a los mensajeros de Dios, ahora el Padre se revela medio de su Hijo (Hb 1,1-5) y ese Dios único resulta ser que son tres personas distintas eternamente unidas, eternamente relacionadas.
En este sentido lo comprendió y vivió la primera comunidad cristiana, los Padres inmediatos a las primeras generaciones cristianas. Era una vivencia del misterio, donde los miembros de la comunidad tenían un solo espíritu, vivían los unos para los otros; todo esto aplicando el estilo de vida que el Maestro les había enseñado.
Con el paso del tiempo la comunidad resultó ser atacada agentes externos e internos, lo cual le obligó a sistematizar su fe, valiéndose de las categorías del pensamiento de su tiempo.
De esta manera se definió procesualmente y en consenso eclesial el Dogma, es decir, lo que se comprometían a creer y vivir en la fe cristiana, según la revelación en las Sagradas Escrituras. Los Concilios fueron una continua defensa ante la continua acechanza de las herejías que surgían o para desvirtuar la fe o en el intento de explicarla. Así, la fe cristiana a lo largo de los primeros cuatro concilios ecuménicos definieron la fe en un único Dios, pero trino, esto es, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los tres divinos son personas distintas, autónomas, pero iguales, de la misma naturaleza, y eternamente unidas, inter-penetradas, en el amor. Veamos de manera sintética lo que se definió en algunos Concilios:
En Nicea (año 325) se busca refutar a los arrianos que no aceptaban la igualdad substancial del Padre y del Hijo. Se subraya la fe en la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Defiende la relación de consubstancialidad del Padre y el Hijo (homooúsion) de la misma e igual esencia substancia, lo que une a las personas divinas. El término hipóstasis que era sinónimo de ousía substancia hasta Nicea, con Orígenes y los capadocios pasa a ser sinónimo de prossopon para designar lo que distingue a Dios. Se habla del Espíritu Santo pero no se precisa mucho.
Otra corriente refutada posteriormente fue el Modalismo, postulado por Noeto y Praexas en el siglo II. Según ellos, Dios es uno solo, no son tres personas. Sucede que en la historia se ha mostrado, comunicado o revelado, unas veces como Padre, otras veces como Hijo y otras veces como Espíritu. Son formas de presentarse. El Concilio de Constantinopla expresa que son tres en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Expresa la unidad, consubstancialidad entre los tres. Del Espíritu Santo se dice que procede del Padre. No se dice si directamente o por medio del Hijo.
Fue desvirtuado también el Subordinacionismo promulgado por Arrio quien decía que Jesús es semejante al Padre pero no igual, no consustancial. Dios lo adoptó como hijo, por haber sido quien fue. Coloquialmente dijéramos que Jesús se portó bien y Dios lo adoptó como su Hijo.
Finalmente, el Triteísmo propuesto por Joaquín de Fiore, quien aceptaba la Trinidad Santísima, pero como tres personas independientes o mejor, tres dioses, de ninguna manera de la misma substancia. No hay ni relación ni comunión como constitutivo de la persona divina. La Trinidad es la suma de tres dioses.
Posteriormente el Concilio de Letrán armoniza la Trinidad inmanente y la Trinidad económica. Una naturaleza única y tres personas distintas, distinción a partir de su origen: el Padre no tiene origen, el Hijo procede del Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Pero las tres divinas personas han estado eternamente presentes, eternamente creando, redimiento y santificando la creación.
San Agustín gran Padre de la Iglesia en su sistematización teológica afirma que Dios es la Trinidad, la Trinidad es el único Dios verdadero; asumiendo la categoría relación, Agustín llega a formular la fe en el Dios único y verdadero con las tres personas. De manera que la substancia en Dios es aquello que hace que Dios sea Dios, y esto es pues, su unidad, la relación de los divinos tres. En esta línea se acuñó el término Quimcumque para expresar la veneración de la Trinidad como la unidad substancial de un solo Dios, sin confundir a las personas ni separara las substancias. Para alcanzar la salvación es necesario confesar la fe en la Trinidad como único Dios verdadero: una persona es el Padre, otra el Hijo y otra el Espíritu, pero los tres tienen una sola divinidad, una misma gloria y una coeterna majestad (Agustín).
Tomás de Aquino afirmó la esencia de la Trinidad que es su unidad, de donde se desprende su carácter divino y consubstancial de los divinos tres. Luego estudia las procesiones, la proveniencia una de la otra, llegando a analizar las relaciones de unas con las otras. De manera que las relaciones se dan por las procesiones. Las relaciones de las tres divinas personas son subsistentes y permanentes. De esta manera no forman más que un solo Dios. Veamos...
- Procesiones (2): El Padre es ingénito, no engendrado.
- El Padre engendra al Hijo. Procede del Padre.
- El Espíritu Santo es espirado, procedente del Padre y del Hijo. Pero los tres divinos están unidos y presentes eternamente.
- Relaciones (4): Al Padre le es propia la paternidad. Ser Padre.
- Al Hijo le es propia la filiación, ser Hijo.
- Al Espíritu le es propio ser espirado por el Padre y por el Hijo (Filioque).
- El Espíritu eternamente presente, viene para los discípulos.
Encontramos otra parte de la sistematización que son las nociones y las misiones:
- Nociones (5): Del Padre: Paternidad y la innascibilidad. Paternidad de Padre para con el Hijo.
- Del Hijo: la filiación para con el Padre (imagen, verbo, expresión, sacramento).
- Espiración activa es de Padre y del Hijo. La espiración pasiva para el Espíritu Santo (don, amor, nexo entre el Padre y el Hijo.
- Misiones: El Padre envía al Hijo, el Padre y el Hijo envían, espiran al Espíritu Santo. Los tres crean, redimen, santifican eternamente.
Se definió también la Trinidad inmanente como la relación interna entre las personas divinas, el misterio eterno de procesión trinitaria. Donde el Padre envía al Hijo, del amor de los dos: Padre e Hijo procede el Espíritu Santo. Los tres creando, los tres redimiendo, los tres santificando. Y la Trinidad económica como la coeterna presencia de la Trinidad o de las tres divinas personas, Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en la historia de la salvación de la humanidad. Entendiendo esta historia como fases, proyecto, hasta llegar a la encarnación del Hijo en nuestra historia y siguiendo hasta nuestro momento.
La esencia (ousía), la substancia que comparten las tres divinas personas, que es su unidad y comunión eterna se definió con el término griego perijóresis, la unidad de las tres divinas personas. La interpenetración, entrelazamiento de las tres divinas personas eternamente. Es relación de personas una totalmente dentro de la otra, porque los divinos tres son consubstanciales. El Padre está todo en el Hijo y en el Espíritu Santo, el Hijo está todo en el Padre y en el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo está todo en el Padre y en el Hijo. El existir el uno en, por y para el otro por los siglos de los siglos (Jn 13-17).
La unicidad de Dios buscó dejar atrás la multiplicidad de dioses a la cual nos referimos arriba. Dios es único, Señor de cielo y tierra, principio y fin de todo. Dios es espíritu absoluto y perfectísimo, se piensa a sí mismo, se revela perfectamente. El Padre y el Hijo se aman perfectamente, y este amor es el Espíritu. La substancia, naturaleza de la Trinidad es su Espíritu de Amor perfectísimo, que es Unidad profunda. Se asume a Dios como el sumo bien, desde una perspectiva platónica. Así quedó definida la fe Trinitaria católica hasta hoy.
Por César Yesit Urrego Parra, msa
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